Mons. Luis Augusto Castro Q.

Jesús fue llamado Nazareno porque se pensaba que hubiese nacido allí. El hecho es que vivía en Nazaret. Pero hablar del nazareno no es sencillamente hablar del lugar donde se pensaba que había nacido. Nazareno es el que sigue a Jesús de Nazaret como su discípulo. El título de Nazareno y el título de discípulo coinciden. Seguirlo quiere decir muchas cosas.

En primer lugar, quiere decir haber recibido el don de la fe para creer en Jesús. Jesús quería que sus discípulos fuesen hombres de fe. Por eso en más de una ocasión les dijo: “Hombres de poca fe” (Mc 4,40; Lc 16,5). Esa expresión no la merecemos todos y la Semana Santa es ocasión para crecer en la fe. Por eso, unámonos a aquel papá que le decía a Jesús: Aumenta mi fe.

En segundo lugar, ser discípulo implica un apego especial a la persona de Jesús a quien se reconoce como el Maestro. No es un apego a una doctrina sobre Jesús, a una devoción particular relacionada con algún hecho de la vida de Jesús sino es un apego personal a él, persona viva que me llama y yo le respondo siguiéndolo como su discípulo, unido a él.

En tercer lugar, quiere decir seguir por el camino de Jesús. Jesús va adelante y nosotros lo seguimos. Por eso, no es que él haga un camino y nosotros nos inventamos otro camino si se quiere paralelo al suyo. Lo seguimos por su mismo camino. Cuando hay un Vía Crucis como en el Viernes Santo seguimos el camino de la cruz no un camino hecho a capricho por nosotros.

En cuarto lugar, quiere decir que nos damos cuenta de que lo necesitamos como la uva requiere de la vid, como la planta necesita del agua. Jesús decía: Sin mí no pueden hacer nada (Jn 15,5), e insiste en que permanezcamos en Él y Él en nosotros. Pues bien, un discípulo sabe que no puede hacer menos de Jesús.

En quinto lugar, un discípulo es llamado a trabajar por el evangelio. Y es importante entender una distinción: Una cosa es trabajar por el evangelio y otra es hacer triunfar el evangelio en los corazones, el propio y el de los demás. Nosotros trabajamos por el Evangelio y lo hacemos con entusiasmo, con inteligencia, con sacrificio y fe. Pero solo Jesús hace triunfar el evangelio con la fuerza del espíritu en los corazones. Por eso debemos estar en comunión con Cristo. En el momento en que creamos que somos nosotros los que debemos hacer triunfar el Evangelio, nos volvemos exigentes y creemos que todos los medios son buenos para hacer triunfar el evangelio, nos volvemos fariseos.

Estimados nazarenos: Tengamos muy presentes estos cinco punticos para ser de verdad nazarenos, personas de fe que siguen la persona de Jesús y viven en comunión con él para que la Buena Noticia triunfe en nuestro mundo y en cada corazón.

Mons. Luis Augusto Castro Q.

Arzobispo de Tunja